domingo, 29 de agosto de 2010

Los vestuarios


El momento de vestirse discurre como un silbido que se escurre de los labios, 
sutil y efímero ...
 finaliza.






En pleno ajetreo, las miradas de todos parecen en  fuga  a su propio universo,
se palpan las mantillas, se toman los flecos,
el pensamiento se aprisiona  entre los tejidos
y las flores prendidas en el pelo














    ... de  todas las edades y colores ... se comparte un esfuerzo por una meta común
























¿Dónde se van nuestros ojos cuando estamos concentrados? 

¿Los apagamos, cerramos el objetivo para añadir ese treinta por ciento  de recursos del cerebro que consume la vista   y así acentuar el resto de nuestros sentidos?



 Cuando vuelco mi mirada en la cámara siento que el mundo puede expresarse desde muchos ámbitos distintos. A veces ejerce de escudo para permitir actuar a la timidez con el desparpajo de un mirón. Otras tengo la certeza de penetrar  en la intimidad  de los demás desde un momento/ sin tiempo, como una privilegiada.



Eres el dueño de tu propio destino .... sin embargo en el escenario aparece la tormenta


Cuanto más ensayes más segura te sientes sobre el escenario, te deslizas sobre un especie de hiladura previamente marcada, aún así un coro de tambores suele acudir sacudiendo desde el estómago hasta la garganta. Y  en ese punto en que tu estas arriba, la mente se puede convertir en una pantalla en blanco.
Es entonces cuando debes moverte para buscar en tu interior el hilo de retorno a casa.

Yo debía presentar la obra, escribí un texto que luego no llegamos a ensayar, perfilé los puntos que me parecían imprescindibles como las dos figuras que empleó Rossini musicalmente para acentuar la comicidad; el "in crescendo" y  "el largo factotum" que se corresponde en el aria de Fígaro, personaje que anuncia que es el "hombre para todo" ò "factotum", los dos elementos contribuyen a dotar de un ritmo efervescente, vivaz y con mucho brillo las escenas.

Al colocarme frente a los espectadores todas las palabras de mis texto, el que llevaba en la mano, se despegaron esparciéndose como bailarinas sobre sus cabezas  e improvisé, necesitaba encontrar las riendas a traves de las palabras. Todo sucedïa en una línea de tiempo tan fugaz que me resultaba difícil encontrarme, mi boca surtía a borbotones ... -no estaba mal-, pero no se trataba de lo que proyecté.


                         Independientemente de que fuera más o menos profesional la actuación, todos hemos aprendido más de lo que ahora mismo seríamos capaces de reconocer, no sólo respiración, de dónde sacar la voz, sino de colaborar, entusiasmarte con lo que haces,  cómo funcionan las situaciones de estress sobre el escenario, cómo respondes tu y qué necesitas para poder afrontarlo.  Algo muy curioso es que hemos trabajado sin apuntador, si alguien se quedaba en blanco ...  Se niegan a aprender aquellos que  -encumbrados creen que deben  mantener un status -, y que adoptar algo nuevo o ceder ante la idea de otro supone un riesgo que les pueda sacar de su hornacina  .


Una de las participantes me comentó  que ella con cuarenta años subía al escenario por primera vez para que sus hijos vieran que no es preciso ser perfecto, pero que se deben intentar conseguir los sueños,  arriesgarse.

Hasta ahora las fotos han sido mías, pero las de la función no pueden obviamente (no disfruto de bilocaciones) . Espero que me manden las imágenes y os voy colgando.